Estas últimas semanas hemos visto como muchos parques, plazas o alcorques quedaban más verdes y floridos por la llegada de la primavera en un momento en que los trabajos de poda y mantenimiento se han detenido. Las redes sociales se han inundado de fotografías que nos han maravillado con la belleza de estos espacios asilvestrados. Ante esto, muchas personas piden dejar que las especies que estos días de confinamiento han ido colonizando las ciudades se preserven, mediante un mantenimiento más ecológico y menos intensivo.

Se apela a permitir la naturalización espontánea de los espacios verdes urbanos. Esto enlaza con el concepto «rewilding» (resilvestrar), acuñado en 1990 por el activista ecologista Dave Foreman y desarrollado por los biólogos de la conservación Michael Soulé y Reed Noss a partir del 1998. Se trata de un enfoque de la conservación destinado a restaurar y proteger los procesos naturales, aumentar la biodiversidad y conseguir la autorregulación de los ecosistemas.

En este sentido, rodearnos de entornos biodiversos y funcionales es imprescindible para nuestra salud por muchos motivos: no requieren químicos nocivos como el glifosato, mejoran la calidad del aire, apaciguan el ruido, mitigan el efecto isla de calor, reducen la incidencia de plagas, nos brindan bienestar psicológico, etc. Se trata en todo caso de funciones que se favorecen con unos espacios verdes gestionados de forma ecológica y con bajo mantenimiento. Además, reduciendo tareas de jardinería ahorramos emisiones de gases de efecto invernadero derivadas de los vehículos y maquinaria utilizados, así como aquellas vinculadas al uso de químicos.

Sobre la jardinería ecológica y sus ventajas hablamos ampliamente en el artículo publicado en la revista Sostenible.cat, de la Diputación de Barcelona.

La configuración del verde urbano desde la perspectiva de la ecología y la funcionalidad es la base sobre la que trabajamos en IRBIS en todos los proyectos de diseño de espacio público, muestra de lo cual es la conceptualización del verde que Xavier Mayor elaboró para al proyecto Canopia Urbana, para el nuevo Parque de las Glòries de Barcelona.

Hay que puntualizar que los espacios verdes urbanos deben acoger un uso público, por lo que han de integrar y tolerar una considerable frecuentación antrópica, y, al mismo tiempo, crecer en un entorno con bastantes perturbaciones: contaminación atmosférica, presencia de desechos, etc . Por lo tanto, difícilmente el verde urbano pueda llegar a ser 100% autónomo y autosostenible, es decir, que también con el enfoque ecológico hay que tener en cuenta el interés de efectuar un cierto mantenimiento, aunque más ligero y espaciado en el tiempo que el que se aplica a la jardinería intensiva.

Algunas iniciativas interesantes que se han puesto en marcha estos días en esta línea son:

  • Desde el Grupo de Estudio y Protección de los Ecosistemas Catalanes-Ecologistas de Cataluña (GEPEC-EdC) a través del hashtag #CATrewilding animan a la ciudadanía a compartir imágenes de la frondosa naturaleza urbana durante el confinamiento y piden a los ayuntamientos que preserven esta biodiversidad surgida.
  • El colectivo Entomología en Cataluña, bajo el título Manifiesto para la conservación de los herbazales, han lanzado una recogida de firmas para pedir que se reconozca el papel ecológico de los herbazales y que se haga una gestión adecuada que favorezca la biodiversidad en vez de eliminarla.
  • Algunos ayuntamientos se han comprometido a preservar una parte de la vegetación espontánea desarrollada durante el confinamiento, como por ejemplo el de la ciudad de Valencia. También en Barcelona, el Ayuntamiento estudia convertir algunos parterres del Parque de la Ciutadella en prados. En Girona, Terrassa o Palau de Plegamans están haciendo desbrozadas selectivas sólo allí donde son zonas de paso.